Conocida como la “fruta del dragón”, la pitahaya es una alternativa para diversificar las actividades productivas del Noroeste argentino. Por esto, investigadores del INTA Yuto estudian diversas variedades de este frutal exótico para potenciar su producción y adaptabilidad a la región.
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La pitahaya es un cultivo exótico, con frutas llamativas y coloridas que se posiciona en el mercado argentino. Su floración nocturna y las características de sus frutas —piel escamosa, pulpa colorida y rica en vitaminas, minerales y antioxidantes- la convierten en una planta fascinante. Gracias al creciente interés de productores y consumidores, especialistas de la Estación Experimental de Cultivos Tropicales del INTA en Yuto, estudian tres especies de pitahaya: la blanca (Hylocereus undatus), la roja (Hylocereus monocanthus) y la amarilla (Hylocereus megalanthus)
“Los productores del noroeste argentino están viendo la pitahaya como una alternativa de diversificación. Tiene una muy buena aceptación no solo por su potencial productivo, sino también por su adaptación al clima subtropical de la zona. Aunque es un frutal tropical, se desarrolla muy bien gracias a su rusticidad, como especie perteneciente al grupo de las cactáceas, produciendo frutas llamativas y coloridas”, señaló Carina Armella, investigadora del INTA, quien resaltó la importancia de este frutal exótico y el trabajo que se realiza en la institución.
“Desde 2019, estamos evaluando el comportamiento agronómico de diferentes clones de pitahaya que introducimos a través de una prospección de diferentes zonas del noroeste argentino”, explicó Armella, quien también agregó que “este trabajo no se limita a la pitahaya; también se están cultivando mango, palta, papaya y maracuyá, siendo la pitahaya una reciente introducción que ha captado el interés del sector productivo”. La investigación del INTA Yuto permitió diferenciar 12 accesiones de pitahaya, pertenecientes a tres especies del género Hylocereus, que presentan una variedad de características. “Contamos con frutas de pulpa roja o fucsia, blanca y cáscara roja, rosada o amarilla, lo que aumenta la diversidad de opciones para los consumidores”, describió Armella.
Una de las limitantes del cultivo es la polinización. “La pitahaya florece de noche y, debido a problemas de incompatibilidad, requiere de la polinización manual para producir frutos. Anteriormente, contábamos con solo dos clones que resultaron incompatibles, por lo que no se lograba cosechar frutas de polinización espontánea. Ahora, con la incorporación de diversas variedades, estamos evaluando qué clones producen frutas de buena calidad y cuáles lo hacen con polinización espontánea y requieren la polinización manual”, señaló la especialista.
El impacto de este trabajo en el sector productivo es significativo. “Los productores están mostrando un gran interés. Algunos ya han comenzado a cultivar estas plantas y están aprendiendo sobre su manejo, que incluye sistemas de conducción como espalderas o postes unitarios”, indicó Armella, y explicó además que se están explorando el uso de luces LED para extender el período de floración, dado que la pitahaya necesita al menos 12 horas de luz para florecer adecuadamente.
Todo este trabajo también se potenció con el apoyo del Proyecto FOAR (Fondo Argentino de Cooperación Internacional) de cooperación argentino-vietnamita en fruticultura tropical. Se trata de un proyecto liderado por el INTA y el Instituto de Horticultura del Sur de Vietnam (SOFRI), que busca mejorar la competitividad y sustentabilidad del sector a través de la investigación y transferencia de tecnologías. “Se enfoca en el desarrollo e implementación de prácticas agronómicas sostenibles, uso de la biotecnología y optimización de las técnicas de manejo en cosecha y poscosecha de las frutas tropicales”, expresó Armella, y puntualizó: “Próximamente, realizaremos la cuarta misión a Vietnam, donde dos profesionales del INTA Yuto (Jujuy) y Cerro Azul (Misiones) viajaremos para capacitarnos en el desarrollo tecnológico de estos cultivos”.
La pitahaya se presenta como una valiosa alternativa de diversificación para los productores y, su reciente incursión en el mercado de Buenos Aires, muestra su potencial en el contexto argentino. A medida que aumenta el conocimiento y la aceptación de esta fruta exótica, se prevé un crecimiento en su producción y comercialización, lo que sugiere un desarrollo significativo para el sector en el futuro.
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