Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Producción Agrícola
las ciento y una: capítulo noa

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La producción agrícola argentina, durante los últimos 10 años, tuvo un crecimiento espectacular (79%, ó sea el 6% anual). Se debió principalmente, a una expansión del área y, en menor medida, a mejores rindes. Se incorporaron 7 millones de hectáreas. La soja pasó del 29% al 49% de la superficie. Treinta y cinco de los 72 millones de toneladas son aportados por aquélla.

Por Lic. Jorge Ingaramo (*)
La soja fue la vedette y caso de estudio para las universidades del mundo.
Algunos advierten sobre los riesgos de estar exportando demasiado "suelo", que no es repuesto por la vía de la fertilización. Mientras tanto, la ganadería vacuna se vio "arrinconada" y "obligada" a un cambio de productividad. Desde la devaluación brasilera, la producción tambera también se vio menguada y sustituida por la oleaginosa "estrella".
La Argentina debe seguir con este crecimiento espectacular y puede hacerlo. Es posible llegar, en 5-6 años, al objetivo de las 100 millones de toneladas de granos producidas y al millón de toneladas de carne exportadas. Naturalmente, será necesario atenuar la actual especialización en soja (y mejorar las rotaciones) y asignarle un nuevo rol a los cultivos forrajeros para alimentación de vacunos, porcinos, pollos, etc.
Aún estamos lejos de nuestro potencial. Para INTA (2002), 33% debajo del potencial de rinde en maíz, 35% en girasol, 28% en trigo y 19% en soja.
Según técnicos de AACREA, para el caso del ganado, la producción de terneros podría incrementarse en 3,3 millones de cabezas y la de invernada en 624.500 toneladas. La agricultura facturaría U$S 2.400 millones más, mientras que la ganadería ingresaría U$S 1200 millones adicionales por año. La producción y el consumo de otras proteínas cárnicas también serían alentadas.

EL CASO BRASIL
En los últimos 40 años, de ser un importador neto de carnes, se transformó en uno de los principales exportadores mundiales. Considerando carne vacuna, porcina y aviar, pasó de una producción per cápita de 26 kilos a los 90 actuales. En nuestro país, pasamos de 115 a 94 kilos en el mismo lapso, con picos por encima de los 130 kilos (1969 y 1978). Hoy Brasil exporta nueve veces más que la Argentina: 2,7 millones contra 0,3 millones de toneladas.
Brasil logró un grado de integración agrícola-ganadera que benefició a ambas. Tanto el consumo como la exportación pudieron así crecer.
La ganadería sirvió como punta de lanza para incorporar enormes extensiones de sabana y monte, que incrementaron la productividad. Además, consume internamente la totalidad de los granos forrajeros que produce e, incluso, llega a importar (en la Argentina consumimos menos del 45%). También transforma en carnes el 42% de la harina de soja (1.5% en nuestro país).
En resumen, con mayor distancia a puertos que el grueso de la producción agrícola argentina e integrando eficazmente ambos subsistemas, consigue un resultado asombroso y nos desplaza de los mercados cárnicos que no supimos retener.

DIRECCIONES DEL CRECIMIENTO
Postulamos la coordinación de dos mecanismos:
•a) crecimiento vertical de la producción de granos y
•b) integración agrícola-ganadera.
El primero, debido a una mayor innovación tecnológica y empresarial (tal como se ha venido produciendo); a un mejor empleo de los recursos tecnológicos disponibles (brechas tecnológicas ya citadas); y a una mayor incorporación de superficies (aquí cobra importancia la complementación de ambas actividades y la posibilidad de un rápido crecimiento en la producción de pollos y cerdos).
La recuperación del sector ganadero requiere una intensificación de la producción y una segmentación de mercados (diversos grados de suplementación con granos). Tenemos espacio para producir carne a pasto, carne en feed-lot y modelos intermedios de suplementación estratégica. Se pueden segmentar los mercados por producto e incluso intentar una especialización regional. Los granos forrajeros, al ser de mayor rinde promedio que la soja, favorecerían la rápida suba hacia los 100 millones.
La complementación sería más eficaz donde los precios de la tierra son muy inferiores a la "zona núcleo" y el sobrecosto impuesto por la mayor distancia a puerto se vería reducido por su transformación local en carnes. Se podrían crear "clusters" o racimos productivos regionales, más o menos especializados en una determinada actividad. Esto localizaría nuevos puestos de trabajo en el interior, permitiendo economías de escala y costos compartidos, que potenciarían polos productivos diseminados en regiones con aptitud mixta. El uso más intensivo, cuando la cuenta económica lo permite, del riego y la fertilización acompañarían estas mejoras.
La intensificación de la producción ganadera en base a alimentación con granos forrajeros puede justificarse ampliamente. Considerando dos rindes para maíz y sorgo y dos momentos económicos:
•a) marzo de 2001 (dólar bajo y salario alto) y
•b) marzo de 2003 (dólar alto y salario bajo),
se observa que la participación de los gastos transporte y comercialización es muy alta (30 a 60%), pese al impactante diferencial de tipo de cambio real, $2.24 a $1 (dólar libre) y $1.79 a $1 (dólar neto de retenciones, ambos deflactados por costo de vida).
El caso del sorgo, cultivo de bajo precio unitario, es patético: en campo y con buen rinde, virtualmente no cuesta nada. Con una conversión de 8 kilos de grano por cada kilo de carne, consumido en planta, el rango de variación de costo va de 12 a 40 centavos por kilo de carne (notoriamente inferior al promedio histórico y al precio actual). Cosechado, el rango va de 15 a 46 centavos.
Dos conceptos clave que hay que incorporar son:
•a) la diversificación y complementación productiva (menor dependencia de la soja en la producción y de la carne vacuna en la exportación) y
•b) la mejora en el modelo de decisiones, llevándolo a un horizonte de largo plazo (las decisiones en ganadería no se toman por 7 meses).
En ese sentido, hemos efectuado cálculos de tasa de retorno a 10 años, para modelos mixtos y ganaderos, con diverso nivel de suplementación, siendo los resultados claramente favorables, toda vez que se compute el costo del grano forrajero en el campo (sin flete largo ni gasto de comercialización).

EL NOROESTE ARGENTINO
Un relevamiento de la Estación Experimental Agropecuaria Salta del INTA provee datos de la campaña agrícola 2002/03, para las provincias del NOA (Ver revista Producción Agroindustrial del NOA, número 143, Julio/Agosto 2003, pág. 18).
Es evidente que el NOA está participando de la incorporación intensiva de áreas a la producción de soja (casi 1,4 millones de hectáreas, la mitad de las cuales está en Santiago del Estero). También se destaca en la producción de maíz (130.000 hectáreas).
En otra nota de la misma revista (Páginas 44 y 45) se hace referencia al bajo costo de producción, la estabilidad de rendimientos, el valor como alimento de ganado y la contribución de la sustentabilidad de los sistemas productivos de los sorgos graníferos (nota del Ing. Ivo Graneros). Las demandas de agua de sorgo y maíz para producir materia seca son infinitamente menores que la del trigo y la soja.
Naturalmente, no se puede pedir una reasignación de recursos en contra de la desventaja de localización de una región. Pero si hay más de 1,5 millones de hectáreas destinadas a cultivos "pampeanos", ¿por qué no pueden generarse 4 o 5 racimos productivos próximos a ciudades importantes, que les provean a sus habitantes proteínas cárnicas de cerdo y de pollo?. De esta manera, la región lograría sustituir importaciones provenientes de otras partes del país y mejorar la dieta alimentaria, del mismo modo que lo hacen los países de más altos ingresos (consumo incrementado de tres o más tipos de carnes principales).
Está claro que no conviene enviar sorgo o maíz a puerto desde el NOA, pero también es cierto que convertido en carne, pagando sólo el flete corto, son cultivos absolutamente baratos y con un nivel de conversión alto, principalmente en cerdos y pollos.
A título de ejemplo: si se duplicaran las hectáreas maiceras (de 130 a 260 mil ha.), con 55 qq/ha de rinde y buena genética, para favorecer mejor conversión (2,5 y 3,5 kilogramos de maíz por kilo de pollo y cerdo respectivamente), el NOA dispondría de 69 kilos de pollo por habitante por año adicionales o 49 de cerdos. Téngase presente que el consumo nacional actual ronda los 21/23 kilos de pollo y los 5/6 kilos de cerdo por habitante. Es evidente que una fábrica de proteínas (o varias) en el NOA no es una utopía y cerrarían seguramente los números tan bien como pueden cerrar para la soja.
Como se ve, tanto para la Argentina como para la región del noroeste en particular…"Las Ciento y Una" no están demasiado lejos.¤

(*) Dirección de Estudios Económicos
Bolsa de Cereales


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