Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Mitos y Leyendas: Dr. Raúl Nader
Los mitos no tienen dueños

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Raúl Nader es doctor en Filosofía, y profesor de Antropología Filosófica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Cuando PRODUCCION le propuso realizar una entrevista que tuviese como eje central a los mitos, accedió al tiempo que se iluminaban sus ojos, porque es tema que lo apasiona.

No obstante, advirtió Nader de entrada nomás, que no admite la división entre mitos “rurales” y “citadinos”. Sostiene Nader “los tres grandes estudiosos de mitos en el siglo XX, el norteamericano Joseph Campbell, Levy-Strauss de Francia, y el rumano Milcea Eliade, coinciden en esto. Cuando un periodista le preguntó a Campbell si, para estudiar los mitos en profundidad debía viajar a alguna ignota región donde morara una comunidad primitiva, le respondió que para nada, bastaba con instalarse en la Quinta Avenida, y ver pasar a la gente; cuando se observa el sistema simbólico que representan, se verá pasar a sistemas de valores, transgresiones, infidelidades, en suma, mitos”. Con una amplia sonrisa completó Nader “Aquí en Tucumán podríamos pararnos en 25 de Mayo y Mendoza”.

¿Qué es un mito?.
Un mito no es una leyenda, ni un cuento ni un parche explicativo, sino una forma de darle sentido a la vida. Allí está condensada la manera de instalarse en la realidad, que genera formas de relaciones con los otros hombres, con las cosas o con Dios, con lo trascendente. Por lo tanto, el contenido simbólico de un mito es muy profundo, tiene que ver con toda la historia de una comunidad y, donde hay comunidad, siempre habrá mitos, esto no es privativo del hombre de campo, sino también del hombre de la ciudad. Y mucho más en este último, porque los medios masivos de comunicación multiplican estos mitos al infinito, inclusive proveen mitos contemporáneos. Cualquier ser humano está inserto en un entramado simbólico, y por lo tanto en un entramado lleno de mitos.
Es muy difícil e inútil dividir entre mitos de campo y de ciudad, en la realidad esa división no se da, simplemente hay mitos determinados en una también determinada sociedad. Nuestra zona urbana está impregnada de las místicas rurales, sobre todo en nuestro caso, por todo lo que tiene que ver con el monocultivo.

Justamente uno de esos mitos, el del “familiar” tiene que ver con ese monocultivo...
Sí, es uno de los más importantes, y forma parte de una constelación, de un sistema simbólico. Hay otros dos muy extendidos en toda América desde México hacia el Sur, por supuesto también en nuestra región, que son los de la “mula ánima” y “la viuda”. Tienen que ver con un estado de transgresión a valores establecidos, o superación de un cierto estado de cosas enmarcadas en una injusticia. Por ejemplo el del familiar: es un mito de denuncia hacia una injusticia social, a todo lo que puede significar un planteo de dominio, de explotación de los patrones de ingenios para con sus obreros. En el caso de la mula ánima o la viuda, ya no se está en un ámbito de explotación económica, sino de otro tipo de valores que tiene que ver con las relaciones humanas. Son mitos normativos, de cómo deben relacionarse los hombres entre sí, de lo que se debe hacer y, fundamentalmente, lo que debe evitarse.
Hay relaciones que están prohibidas, por ejemplo que una mujer tenga relaciones con un cura, o que ya casada mantenga relaciones con un hombre que no es su marido, se trata aquí de valores relacionales, afectivos, pautados, que ordenan una sociedad. El ejemplo normativo máximo de lo que no se debe hacer es el de las relaciones sexuales de una mujer con un cura, condenado tanto por el sistema de creencias, como por el relacional, en los cuales la condena recae sobre la mujer.
Esa mujer se transforma a nivel simbólico en una especie de alma en pena, que va por el mundo espantando a los hombres. En el campo hay relatos sobre mujeres que aparecen de repente, como salidas de la nada, en las ancas de un caballo guiado por un hombre, y espantan al jinete, o que los interceptan en un cruce de caminos.. Es tan temida porque significa tanto como encontrarse con la muerte, es una condena a muerte. Ningún hombre debe acercarse a esa mujer marginada por la sociedad, porque está condenada. Pero lo curioso es que al mismo tiempo ese mito no dice palabra alguna sobre la suerte seguida por el cura, o sea que es una condena simbólica machista, la condenada es sólo la mujer.
No obstante existe otra interpretación del mito: efectivamente la trasgresora es la mujer, pero merced a ese espíritu trasgresor la sociedad avanza, y también lo hace la mujer, como promovedora de cambios superadores. Por supuesto que no relacionándose sexualmente con curas, pero es el caso de mujeres solas,o viudas que, al menos en nuestro NOA han demostrado ser capaces de producir cambios de movilidad social en mayor medida que los hombres, que son más “quedados”.

Esta teoría no le va a gustar nada a los hombres...
Pero es que es cierto.
La transgresora es la mujer, el hombre es más conservador. La mujer tiene más fibra y espíritu de movilidad que el hombre.

Retornando al mito de la mula ánima, es difícil imaginar su concreción en alguna de nuestras principales avenidas, ¿no cree que “suena” más natural en un ambiente campero?.
Tal vez (sonríe), pero la infidelidad se da fácilmente en la ciudad, y el sentido de culpa, de enmienda, es el mismo en campo y ciudad, hay un mismo sistema de valores.Esa separación en “agraria” o “capitalina” puede tener un cierto valor pedagógico, pero en la realidad no se da, y es un error enunciarlo así.
El considerar al mito un cuento es un error muy difundido por ustedes, los periodistas.
El mito es un entramado simbólico, histórico, donde intervienen las creencias, los sistemas de valores, y que provee de sentido al individuo. No es explicativo, tiene un sentido interpretativo de la realidad, porque si hay algo que no tiene sentido para el hombre es esta vida. Se ve arrojado al mundo, a una sociedad que no eligió, para lo cual no tuvo elección alguna en cuanto a familia, año o lugar.
Una de las formas de dar sentido a esa realidad terrible que es la vida, es a través del mito, de lo trascendente, de lo religioso.
Las otras formas son racionales, explicar el porqué de las cosas, éticas, diferenciar entre lo bueno y lo malo, y todavía hay una variante estética, establecer lo bello.
Los mitos vienen desde la época de las cavernas, el de la Pachamama por ejemplo, adoptado en nuestra región del NOA, es uno de los mitos más antiguos, tal vez tenga unos 12.000 años, la madre Tierra figuraba ya en los griegos y egipcios.

Disculpe que insista, pero ¿realmente no cree que en esto de los mitos exista una diferencia entre la gente de la ciudad y el campo?.
No hay diferencia alguna entre nosotros, hombres de ciudad y otro de Tafí del Valle, por ejemplo, somos cualitativamente iguales, pertenecemos al mismo entramado simbólico, nuestros mitos son los mismos, aunque no lo percibamos.
El sentido que tengo de la infidelidad es el mismo que tiene mi amigo de Tafí del Valle, porque estamos insertos históricamente en la misma prédica religiosa, fundamentalmente católica. Podríamos sí hablar de diferencias importantes con alguien que vive en otro universo cultural, por ejemplo de la India o Japón, pero no con aquellos con quienes compartimos valores.
Y le agradezco esta nota, que tal vez sea positiva para aclarar el punto. Generalmente se habla del hombre de la ciudad como más informado y cientifico que su congénere del campo, y eso habría que verlo; el analfabetismo y desinformación en nuestras zonas urbanas es muy alto, y hasta se podría achacarle un doble analfabetismo, porque es en las zonas urbanas donde se instala un nuevo sistema informático y educativo, de modo que el hombre de ciudad que no sabe manejar una computadora, sería “más analfabeto” que el del campo.
Lo que sucede es que este es un tema más bien ideológico.
En San Miguel de Tucumán, nuestro hombre está muy descolocado, vaya usted a cualquier barrio, entre a cualquier casa y podrá apreciar el nivel de superstición imperante, tomando a la palabra superstición en su sentido etimológico, es decir trascendente, superior, del más allá, no en su relación con lo equivocado, fantasmagórico, etc.

Finalmente, ¿se nutre el tucumano de su propia geografía para los mitos?.
Hay dos industrias que podrían identificar al tucumano, la caña y el tabaco. Pero tanto en nuestro campo como en la ciudad, hay un sentido negativo hacia ambos.
De hecho, en ninguna parte existe afinidad con los subproductos del azúcar, en ningún bar encontrará miel de caña para el consumo, pero sí sacarina.
Cuba por ejemplo tiene su industria azucarera y el ron los identifica, aquí no tenemos ron tucumano, tampoco habanos tucumanos, pese a que contamos con uno de los mejores tabacos del mundo. Esto tiene toda una historia, fundamentada en el modo de ser de los tucumanos. Los mitos adoptados implican por lo general una actitud negativa hacia la vida. Fíjese por ejemplo en el del “familiar; mientras en Tucumán el perro demoniaco cobra indefectiblemente sus víctimas, en Santiago del Estero los peones de campo se las arreglan para burlarlo. El tucumano -no me gusta decirlo y soy conciente de que a muchos no les gustará oirlo- tiene una relación negativa con sus cosas.
Cuando se le habla del azúcar piensa en el patrón y eso le disgusta y lo subleva.
Esto del azúcar trasládelo a muchos otros temas, y tal vez, sólo tal vez, comience a aceptar aquella fama del tucumano desconfiado, enmascarado, algo taimado. Eso es lo que tiene que superar nuestro hombre, su forma de apreciar la vida con demasiados signos negativos.Tengo la esperanza de que lo lograremos.¤

  
Por Ernesto Cepeda,
de Producción


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