Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Historia:
El productor citrícola es fanático de la excelencia

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Cualquier historiador podría afirmar que la citricultura en Tucumán se remonta a varios siglos atrás cuando, con la Conquista, se introdujeron entre las especies vegetales, algunas plantas de citrus, que es originario de Asia. No obstante, la explotación agrícola en términos comerciales, se concreta recién a partir de las primeras décadas del siglo XX. Fue entonces cuando aguerridos hombres de campo, fundamentalmente italianos y españoles, con mucho esfuerzo, plantaron naranjos, mandarinas, limones y pomelos, habilitando tierras mediante el desmonte.
Las zonas elegidas fueron Tafí Viejo y Yerba Buena, donde la etapa comercial que apenas se insinuara en los años 20 y 30, cobró un desarrollo sustancial en los 40. Los productores más grandes de aquellos tiempos orillaban las 30 hectáreas promedio, siendo Francisco Portillo el mayor productor, con aproximadamente 200 hectáreas.
A fines de 1940, el llamado “mal de las raicillas” o “tristeza de los cítricos”, diezmó las plantas de frutas dulces injertadas sobre naranjos agrios. A raíz de ésto, el gobierno nacional dictó un decreto prohibiendo la producción de naranjas dulces, pomelos y mandarinas. De la peste asesina sólo se salvaron los limones, que demostraban de esta manera una nobleza que hizo que las miradas de muchos productores se posaran detenidamente en este citrus.
Pero es en la década del 60, al llegar el aporte tecnológico, cuando se produce el desarrollo sostenido de la citricultura, aplicándose la fertilización y control permanente de plagas y enfermedades, para asegurar cantidad y calidad. Se incorporan fuertes capitales y se instalan los primeros establecimientos de empaque y las industrias cítricas. Es ésta también la época en que el gobierno tucumano decide crear la “Junta de Recuperación Citrícola”, mediante un decreto del entonces gobernador Lázaro Barbieri, y el Banco Provincia concedió algunos créditos a los productores citrícolas, que les permitieron a éstos mantener el desarrollo de la actividad.
En la actualidad, los cultivares de plantas cítricas ocupan una superficie cercana a las 30.000 hectáreas, extendiéndose desde Burruyacu hasta el sur de la provincia, en el departamento de La Cocha. Cabe destacar que, de esta superficie, un 90% corresponden al limonero.
La citricultura es la segunda actividad económico social en importancia en Tucumán, se calcula que existen 6 millones y medio de plantas, de las cuales un 90% se hallan en plena producción. Los rendimientos superan a veces las 100 Tn por hectárea, aunque el promedio para el limón es de entre 30 a 35 Tn por hectárea.
La calidad de los cítricos tucumanos es tal, que hace 20 años comenzaron las exportaciones hacia Europa; son países consumidores de nuestros productos cítricos Canadá, Inglaterra, Alemania, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Francia, Italia, Portugal, Polonia, República Checa, Bulgaria, Rusia, Arabia Saudita, Hong Kong, Singapur, Malasia y Suecia.
Los jugos de limón se envían a Alemania, Canadá, Chile, España, Francia, Inglaterra, EEUU, Holanda, Israel, Japón, Suecia y Suiza.
El aceite esencial llega a Alemania, Bolivia, Canadá, Chile, EEUU, España, Francia, Holanda, Italia, México y Suiza, en tanto que la cáscara deshidratada es adquirida por Dinamarca.
En el mercado interno argentino, Tucumán abastece con sus cítricos a Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Córdoba, Mendoza, San Juan, Neuquén entre otras.
Dentro de la experiencia exportadora, el año 2.000 constituyó un hito en la historia del limón en Tucumán. Es que se obtuvo un récord en la producción, con 1.099.000 Tn de limones, lo cual representa un crecimiento del 6% respecto del año anterior, y se produjo un verdadero acontecimiento: el ingreso de los limones a Estados Unidos.
El total enviado al país del Norte ascendió a 6.580 pallets, valor equivalente a 414.540 cajas de 18 kilogramos, cifras que sobrepasaron las expectativas más fuertes. Entre el 25 de julio y el 26 de setiembre de 2.000, los limones tucumanos fueron desembarcando en el puerto de Filadelfia.
Lo importante es que no hubo ningún rechazo, sólo palabras de elogio ante la excelsa calidad del producto enviado.
Para la presente campaña están inscriptas 169 parcelas de limones con una superficie de 5.960 hectáreas certificadas para Estados Unidos. Todo supervisado por profesionales autorizados por el Senasa y de la Secretaría de Agricultura de la provincia. Pero los exportadores tucumanos ya piensan que en pocos años , si las cosas se hacen bien, se podrían enviar al exigente mercado americano cerca de 5 millones de cajas, hay que recordar que EEUU consume 10 millones de cajas de limones al año.
La experiencia del envío al exterior indica que se debe seguir apostando a producir limones con el menor contenido de agroquímicos, tanto en la etapa productiva (campo), como en los procesos de postrecolección. Y ello porque los mercados de mayor poder adquisitivo así lo exigen, y serán cada vez más exigentes en el futuro sobre el particular. Los exportadores tucumanos también son concientes de que la asignatura pendiente es incorporar la cadena de frío al sistema productivo local.
Otra es conquistar, en muy breve tiempo, el mercado japonés y del resto de países del Sudeste Asiático.
Asimismo, en esta época de intensa crisis económica y enorme desempleo resulta importante señalar que la actividad citrícola proporciona ocupación a 30.000 personas entre obreros de campo y fábrica, personal especializado, técnicos, administrativos, transportistas y proveedores.
Y en esta reseña no puede olvidarse al ente rector de la actividad, la Asociación Tucumana de Citrus, que fue fundada el 8 de marzo de 1974 como entidad civil con el objeto de reunir a quienes tengan intereses vinculados a esta importantísima rama de la riqueza nacional, colaborar en el desarrollo de investigaciones científicas, mantener relaciones con asociaciones afines y participar en la búsqueda de soluciones a la problemática del medio ambiente.
Su actual presidente es el ingeniero Enrique Prado, quien reseña brevemente para PRODUCCION el porqué de la existencia de esta institución, que afronta una nueva etapa, de cambio, donde la participación de todos los citricultores es una exigencia vital, urgida por la necesidad de seguir construyendo el futuro de la actividad.
“Estoy seguro de que aquellos hombres de hace ya más de un cuarto de siglo querían no sólo contar con una entidad de caracter social y gremial empresaria. Trataban de afianzar una actividad que, a través del tiempo demostró en los hechos lo que unos cuantos habían vaticinado años antes como potencial teórico. Visionariamente - añade- imaginaron que iba a tomar esta magnitud, y como tal, entendieron que debía sustentarla una entidad”.
El titular de la ATC sostiene a renglón seguido que “la gran particularidad de nuestra institución consiste en incluir a todos los integrantes del espectro citrícola, no tenemos dividida la actividad, agrupamos desde la producción hasta los industriales y exportadores. Esto nos mantiene vivos, esto nos mantiene unidos.
Ante la pregunta de cuándo nace la importancia económica de la citricultura, Prado refiere que “fue consecuencia de una transformación por un problema virósico denominado de la “raicilla”, ante el cual el limón demostró ser resistente, casi indiferente a esta plaga, marcando de esa forma la primera exhibicón formal de calidad del fruto, como también de sus excelentes condiciones físicas”.
“Aquellos hombres apostaron fuertemente a esta variedad, y el tiempo demostró que no estaban equivocados. Este producto le proporciona a Tucumán buenos resultados económicos, es gran generador de divisas, porque un gran porcentaje de fruta fresca y productos industriales se exporta, con lo cual se atraen divisas extranjeras, generando recursos genuinos que los productores vuelcan en su propio medio, el citricultor ama a Tucumán, defiende su provincia e invierte sus ganancias en ella”.
“Yo no creo -sostiene- que como dicen algunos, la actividad haya alcanzado su “techo”, pero es oportuno advertir que hasta que no se tenga una demanda acorde a la oferta -y en ese punto estamos en el límite económico prudente-, no sería bueno incentivar la expansión de áreas limoneras, porque ello traería malas consecuencias.
Finalmente el presidente de la Asociación Tucumana de Citrus explica que “En mi caso particular soy ingeniero mecánico, estuve muchos años trabajando fuera de la provincia, pero ello no fue óbice para que siempre tuviera a flor de piel el deseo de regresar a los orígenes, donde mis mayores habían dedicado a la citricultura todos sus afanes. Puedo afirmar hoy que ya por entonces mis genes citrícolas habían comenzado a trabajar, porque aún lejos de Tucumán, yo dedicaba buena parte del producto de mi trabajo a adquirir tierras en mi provincia, pensando siempre en la citricultura y el regreso, que finalmente se concretó”.
“Creo que en alguna medida la actividad citrícola ha llevado al productor a forjar la mentalidad de que las cosas mal hechas no funcionan, al menos en esta tarea no funcionan para nada.
Es una formación cultural acuñada por los hechos y necesidades, por la realidad económica de este mundo globalizado; un mundo que es cada vez más exigente, y que nos obliga, al ser el nuestro un producto altamente exportable, alcanzar una altísima calidad.
El conformismo es mala palabra para el citricultor en general, sabemos que sólo la excelencia nos mantendrá en el lugar que tanto costó lograr”.

Por Ernesto Cepeda,
de Producción


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