Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




ENTREVISTA: Ing. Agr. José Ploper
LA DIVERSIFICACION
ES UNA BUENA POSIBILIDAD

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En 1946 llegó a San Miguel de Tucumán un joven ingeniero agrónomo porteño que traía sólo su infatigable optimismo y un corto contrato para trabajar en la Estación Experimental Agrícola de nuestra provincia.

Fue un amor a primera vista.
José Ploper, de él se trata, quedó para siempre ligado a un Jardín de la República que le devolvió en hijos el sentimiento. Ploper llegó a dirigir la Estación Experimental, fue durante 40 años - hasta hace pocos meses-, profesor de la cátedra "Hortalizas" en la Facultad de Agronomía, y obtuvo en la Universidad de Davis, California, su título de Master. Este joven de 80 años que ha escrito varios libros sobre su especialidad, y que es reconocido a nivel nacional y mundial, dijo al recibir su título honorífico de miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, "sólo mediante el uso de nuevas tecnologías es que se podrá asegurar un futuro promisorio para el sacrificado horticultor de nuestros días y sus hijos que, desalentados, abandonan las tierras y se refugian en las ciudades. Tenemos en nuestras 5 regiones hortícolas las posibilidades de producir e industrializar todas las hortalizas que actualmente se exportan desde otras zonas del país, ¡y mucho más! Así se garantizarán el alimento y la salud en forma ecológica y eficiente para nuestras generaciones presentes y futuras".
A nuestro juicio, el ingeniero Ploper no tuvo todavía el reconocimiento que su grande obra merece. PRODUCCION se lo brinda dentro de sus posibilidades, por medio de una nota periodística.

¿Cómo era el panorama hortícola en nuestra provincia cuando usted llegó a Tucumán?.
En aquel tiempo ser especialista en hortalizas era poco más o menos como ser especialista en temas interplanetarios.

¿Por qué?.
Porque a las hortalizas se las consideraba tema secundario, como algo que sólo servía para la economía doméstica, y hay que reconocer con amargura, que eso no ha cambiado demasiado. Yo sin embargo tomé esto en serio, profundizando el tema con la experimentación. De la Estación Experimental pasé al INTA tres años en calidad de investigador, cuando recién se creaba esta institución en Tucumán, bajo la dirección de Fernández de Ulivarri, hombre muy conocido en el panorama cañero industrial.
Fui después a EEUU, a realizar el postgrado, y regresé al INTA hasta que me ofrecieron la dirección de la Estación Experimental, tal vez porque ya me había hecho conocer por mi "manía" de la diversificación, en una época dura para el tema azucarero. Tan dura que explotó cruelmente dos años más tarde, en 1966, con el cierre compulsivo de 16 ingenios.
Comenzamos entonces en la Estación Experimental a probar nuevos cultivos, entre ellos la soja y, aunque parezca risueño y poco creíble, mucha gente pensaba por entonces que soja significaba que se comían las hojas. Alentados por noticias de que el aceite de soja podía ser utilizado en Rosario y Córdoba, nos largamos a la tarea de difundirla.

¿Fue fácil?.
Para nada. A los únicos que pudimos embarcar en esa aventura fue a unos pocos cañeros de la zona de La Ramada con plantaciones de entre 10 y 20 hectáreas que terminaban de fundirse, al punto que el banco amenazaba quitarles sus implementos agrícolas. Les aseguramos que podría venderse la producción de soja, aunque debo confesar que interiormente yo, que dirigía todo el asunto, me preguntaba, si no logramos vender la soja ¿qué hacemos con ella?.
El Banco Provincia otorgó a aquellos cañeros una prórroga de los vencimientos, no era cosa de desaprovechar la ocasión y, por lo tanto, para resguardarnos un poco la espalda por si fallaba la operación con los aceiteros rosarinos y cordobeses, nos lanzamos a hacer conocer las virtudes de la soja, para en todo caso poder venderla en la provincia.
Contratamos a una asistente social con virtudes de cocinera, a quien enviamos a barrios humildes, a mostrar cómo se podía hacer dulce de soja, leche de soja, etc.
Ahora bien, el tema incluía una buena pregunta, ¿Cómo se cosecharía la soja?. Hubo que traer (alquilada) maquinaria del sur de la nación, la misma que se utilizaba para el trigo, eran como dinosaurios que se movilizaban por las rutas sin que nadie supiera para qué servían. Ayudados por los técnicos de la Estación Experimental, se luchó contra la incredulidad de la gente. Se plantaron poco menos de 100 hectáreas de soja (hoy existen 120.000).

¿Y qué pasó?.
Se vendió toda la soja a Rosario, y fue una bendición, porque aquí en Tucumán no había pasado nada.

¿Cómo es eso?.
Hicimos una exposición de soja en la Plaza Independencia, ofreciendo a damas de instituciones benéficas distintos platos elaborados con soja, para que ellas las vendieran al gran público a la salida de misa, un domingo. No quedó nada, había tenido una aceptación extraordinaria, pero claro, esa era la gente del pueblo, no los productores que necesitábamos para imponer el producto, ellos no se interesaron.
Destacamos por distintos medios que la soja era el alimento perfecto, que podía ser ingerido tanto por chicos como por grandes, y que representaba el gran sustituto para la carne, sobre todo en institutos como hospitales y penitenciarías. Tampoco tuvimos éxito en ese aspecto, porque sobre el particular había demasiados intereses creados. Por aquellos tiempos fui elegido secretario de Agricultura, solicité licencia en la Estación Experimental y traté de movilizar desde la posición oficial a los productores de Rumi Punco, La Cocha, Alberdi, haciendo que no tuvieran que viajar por cualquier gestión a la capital, para lo cual creamos 11 sucursales agronómicas regionales.
Fue aquella también la época del inicio de la exportación de nuestros limones. En la Estación Experimental nos preguntábamos por qué el limón de invierno debía tirarse, y nos propusimos cultivarlo y mandarlo a Europa. Compramos un packing, estudiamos todo el procedimiento y el cultivo del limón comenzó a hacerse grande a través de un camino exitoso que aún no ha concluído.
Propiciamos una serie de cultivos por entonces no tradicionales, no para competir con la caña, sino para brindar alternativas valederas.
El limón tuvo éxito en Europa, Miguel Mata donó limón para venderlo en España. La primera exportación se realizó en 1972 a Rotterdam, Holanda, y eso provocó una especie de fiebre europea por el limón tucumano. Los que se beneficiaron con todo esto fueron aquellos productores citrícolas que reunían tres elementos: una cantidad considerable de tierras, buena variedad de limón y un tratamiento exhaustivo de esas tierras. El packing de la Experimental se alquilaba a productores privados, fue un éxito de este noble cultivo, que se prolonga hasta nuestros días.
Volviendo al tema de la soja, con las primeras siembras comenzó el estudio de las distintas variedades. Ya nadie se acuerda de la primera siembra que se hizo en La Ramada, cuando tuvimos que salir de garantía ante el gerente del Banco Provincia para evitar el remate, ¡qué tiempos aquellos!
Otro éxito fue el de la papa en Tafí del Valle. Se demostró a la Secretaría de Agricultura de la Nación, que nuestra papa semilla era tan buena o mejor que la de Balcarce. La Secretaría no quería al principio brindar el apoyo necesario, pero tuvo que rendirse ante la evidencia.Hoy tenemos en Tafí del Valle 600 hectáreas con zona de cultivo, y unas 400 hectáreas de papa semilla. Habría que ver cómo extender el área sin dañar la tierra. Esa papa taficeña es de excelente calidad, ahora la historia se dio vuelta, y vienen de Balcarce a comprarnos papa semilla.

Mientras tanto, usted se dedicaba a la enseñanza...
Sí, desde mi cátedra de Horticultura. He sido profesor de la Facultad de Agronomía durante más de 40 años, y me jacto de poder decir que siempre me gustó trasladar a mis alumnos la enseñanza práctica más que la charla burocrática. No podemos ser pedagogos si no somos capaces de hacer cosas que cambien, para bien, el panorama productivo.

¿Qué es el proyecto UNIR?.
Una idea para que la Universidad ayude a los pequeños productores de zonas alejadas (Amaicha, Ampimpa, Chuchas, Higuera, Alpachiri), con apoyo económico de la Fundación Kellog. Ellos destinaron dinero para crear esta fundación destinada a elevar el nivel socioeconómico de localidades dejadas de la mano de los gobiernos. En nuestro país se desarrolla solamente en Tucumán, pero existe también en otros países.

¿Cómo se realiza esa tarea?.
El técnico docente llega a esas aldeas y se interioriza de los problemas agronómicos y sociales del lugar. Son técnicos de las 12 facultades de nuestra Universidad: entonces se ayuda a esa gente a través de la cobertura médica y odontológica, ayudándolo a que tenga una casa habitable, y que sus chicos puedan estudiar.
Este plan se desarrolla desde hace 12 años y, desgraciadamente finaliza este fin de año por decisión de la Fundación. Cuando se enteraron de la mala nueva, los pobladores de las comunidades beneficiadas se mostraron angustiados, por lo que estamos tratando de que la Universidad nos ayude a continuar con la tarea, aunque sea a niveles necesariamente mucho más modestos.
Me comprenden las generales de la ley, ya que soy parte interesada en la cuestión, pero sin humildad debo decir que fue una tarea ardua y magnífica, al punto que se ganó un premio del Banco Mundial por ser la organización más importante y con mayores logros en la lucha contra la pobreza. A manera de ejemplo: ayudamos a cultivar frutillas en el valle de Trancas, se hizo una red de agua potable en Ampimpa, se compró un tractor para los agricultores de El Potrero, en fin, son logros que nos enorgullecen.

¿Cómo está compuesta su familia?.
Tengo esposa y tres hijos, dos mujeres y un varón. La mayor hizo su doctorado de Física en EEUU, donde continúa viviendo. El segundo es el varón, realizó también su doctorado y trabaja en la Estación Experimental, es experto en Fitopatología, en tanto la menor es sicóloga y vive en EEUU.

Sin sus trabajos en la Facultad y Fundación, ¿qué hará usted en el futuro?.
Algunos dicen que estoy pasado de moda y ya fuera del camino (se ríe), pero yo pienso seguir dando batalla, todavía hay Ploper para rato.

Usted ha sido siempre un abanderado de la diversificación agrícola, ¿qué nos puede decir al respecto?.
Hay que encontrar solución para los cañeros chicos, que deben juntarse y cultivar hortalizas. Hoy tenemos demasiados productores con extensiones extremadamente pequeñas, que se ven asfixiados. La única solución -a mi juicio- es llegar a por lo menos extensiones de 50 ó 60 hectáreas dedicadas a las hortalizas, para poder exportar éstas, fundamentalmente a Europa.
Claro, al viejo cañero no hay forma de convencerlo para que, junto a su caña, cultive también tomates, pimiento o incluso frutilla, hoy por hoy la vedete, pero a sus hijos esta posibilidad puede que no les parezca tan loca. El 80% de las explotaciones cañeras en Tucumán son chicas. El cañero vive con la amenaza del azúcar brasileño. Entonces, para que fuera viable mi propuesta, el que cede sus tierras para hacer otra cosa, debería tener asegurada la manutención de sus hijos, por lo que hay que elaborar un plan revolucionario para vender esas hortalizas en Europa y EEUU.
Otra razón poderosa para incrementar la horticultura es la posibilidad de aumentar la ocupación, el más temible de los males actuales. El cultivo de hortaliza sigue necesitando de buena cantidad de mano de obra. Podría ser una respuesta al tema de la desocupación. Que lo piensen los gobernantes.

Por Ernesto Cepeda de Producción

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