Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA



TECNOLOGIA:
AGRICULTURA ORGANICA

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Hace tres décadas, cuando los primeros frutos de la tecnología agrícola salvaban a tres cuartas partes de la humanidad de las hambrunas, apareció el grito de alerta de "La Primavera Silenciosa", primer ensayo cuestionador del camino de la Revolución Verde. Los remedios y los pesticidas habían provocado la explosión demográfica. *************** barra horizontal ***************
Rómulo trazó el perímetro de Roma con un arado. Era agricultor y representaba el progreso. Remo era pastor y desafió a su hermano gemelo, haciendo saltar a sus ovejas sobre el surco. Rómulo le clavó una daga. Vinculó al progreso con la maldad.
Caín también era agricultor, por lo tanto sedentario. Mató a su hermano Abel, pastor y, como tal, nómade. Abel pasó a la posteridad como el bueno. Pero la descendencia de Caín fundó (como Rómulo) las ciudades, trabajó los metales y representó el progreso. En el Corán, se sugiere que donde entra el arado entra la vergüenza.
Pero ahí está Roma, que exhibe su tercer milenio junto al Vaticano. Nadie pudo parar el progreso. El progreso pudo, en cambio, cambiar el dogma. La Biblia reivindicará el valor del trabajo transformador del hombre.
Hace tres décadas, cuando los primeros frutos de la tecnología agrícola salvaban a tres cuartas partes de la humanidad de las hambrunas, apareció el grito de alerta de "La Primavera Silenciosa", primer ensayo cuestionador del camino de la Revolución Verde. Los remedios y los pesticidas habían provocado la explosión demográfica. Las nuevas semillas, los fertilizantes y el riego le dieron de comer a millones de seres humanos condenados de antemano. Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde, recibió el Premio Nobel de la Paz.
Pero con la panza llena hubo tiempo de pensar en otra cosa. Desde la saciedad, se pensó en las "consecuencias" del modelo. Entre éstas, apareció el problema de la contaminación. El debate fue creciendo y poco a poco se fue generando una reacción contra el sendero tecnológico de la producción universal de alimentos. Aparece entonces la propuesta de una "agricultura alternativa", de la mano de una tendencia de ciertos consumidores dispuestos a pagar más por productos "naturales", "ecológicos" u "orgánicos".
La corriente llegó al país, justo cuando la estabilidad, la apertura y el fin de la discriminación contra el agro ponían a la agricultura argentina en condiciones de competir, con todas las armas, en un mercado mundial que a su vez amagaba abrir sus fronteras.
Así apareció el "nicho" para los productos orgánicos. Que también representaron una oportunidad de negocios para los buceadores en las alternativas no tradicionales. Desde la semana pasada, quienes incursio-naron por este camino cuentan con el respaldo institucional de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación.
Hay decenas de empresas dedicadas al negocio. La SAGPyA otorgó 100 toneladas de cuota Hilton a un grupo de productores de carne orgánica, envió altos funcionarios a eventos en el exterior y auspicia la realización del congreso mundial de este tipo de productos en 1998 en la Argentina. Los esfuerzos privados involucran algunos cultivos importantes, como la soja, donde un ejército de gente saca malezas con la azada en lugar de aplicar herbicidas, combaten los insectos con plaguicidas biológicos (cuando se puede) o se resignan a perder rendimiento o calidad. Como dice la propaganda de un insecticida hogareño, "a ver esas palmas...".
Con el sobreprecio, el mercado compensa. Pero jamás se debe plantear la cuestión de los orgánicos en oposición a la agricultura tradicional. Es muy peligroso, para todo el sector agropecuario nacional, instalar que los alimentos orgánicos son "más sanos", "sin contaminantes", "saludables" y que no alteran los ecosiste-mas. Esta argumentación -frecuente en los documentos de los productores orgánicos y sus organizaciones, y a veces recogidos por el sector oficial- tiene reminiscencias del bueno de Abel o del pastor Remo.
Los alimentos convencionales que ofrece la Argentina a su población y al mundo son saludables, no tienen contaminantes y se producen sin alterar los ecosistemas más que los mismos productos hechos en condiciones "orgánicas".
Es más: un maíz "con toda la música", con la dotación óptima de nutrientes ("fertilización razonada") y bien regado, proporciona dos cosechas. Una, los granos para vender. Otra, la biomasa que se incorpora al suelo para reconstruir e incrementar su fertilidad. Más materia orgánica significa mejores cosechas, menos contaminación de napas, ríos y arroyos, menos erosión del suelo. Y también significa captar dióxido de carbono del aire para disminuir el efecto invernadero, y de esa forma hacer sustentable la vida del planeta.
Son los maíces que, por ejemplo, se ven este año, donde el verde oscuro denuncia el buen manejo de la fertilización. Y la ausencia de malezas pese a las lluvias permanentes remarcan lo que se avanzó en el manejo de los herbicidas.
La producción convencional genera exportaciones por 16.000 millones de dólares y va a seguir creciendo. También necesita apoyo oficial, del mismo tenor que el que está teniendo el movimiento orgánico.
Por ejemplo, con una estrategia más decidida en materia de nuevas tecnologías como los materiales transgénicos. Los orgánicos pueden crecer.
Pero los commodities tienen un sendero claro, que es el de la competitividad basada en la tecnología.

Por Héctor Huergo
Fuente: Clarín Rural

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